quisiera salvar lo que aún queda de poetas, de artistas, a esos adultos y no tan adultos, oficinistas, micreros, porteros, taxistas e ingenieros, que con el tedio, la monotonía y pocas oportunidades, toman aspectos desgastados, pero que años atrás, al igual que nosotros hoy, eran héroes para sus ideas. Las plasmaban en papel y les daban vida a su arte personal. Quizás esos papeles no conocerían nunca los ojos de otras personas, pero en la tinta está el testimonio de que existieron.
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