El hecho de pensar en algo implica que podría existir.

El hecho de pensar en algo que no puedo ver, implica que puede estar ahí, mirándome.

El hecho de pensar en algo que no puedo escuchar, implica que puede estar ahí, susurrándome.

El hecho de pensar en algo que no puedo sentir, implica que puede estar ahí, acercándose.

El hecho de pensar en algo que no puedo pensar, implica que puede estar ahí, existiendo y riéndose de mi porque no puedo siquiera imaginarlo.
O quizás tan grande que me supere, como alguien observando microorganismos en un microscopio sin que ellos se den siquiera por enterados.